martes, 2 de octubre de 2012

Moverse por Perú

Hoy disertaré sobre la movilidad en Perú en general y Lima en particular. En Europa estamos acostumbrados a que cuando viajamos a una ciudad grande de otro país normalmente ésta cuente con una red de transporte que facilite la vida. Generalmente metro, también tranvía o autobuses urbanos. En algunas cuidades privilegiadas incluso puedes moverte en bici. Por tanto al poco de aterrizar ya tienes una accesible red por la cual moverte, visitar sitios y volver a casa.

En la infinita ciudad de Lima, y digo bien, infinita no existe nada de eso. Cuando te planteas ir al centro por ejemplo, te echas a temblar. Luego ves que no es para tanto. En Lima no hay metro, hay moto-taxis, millones de taxis, y millones de combis de colores. Desde hace relativamente poco implantaron un sistema llamado bus metropolitano, que hace las delicias de unos Europijos como nosotros. Consiste en un autobus de dos vagones que circula por carril propio dentro de una descomunal autopista que vertebra la cuidad de Sur a Norte. Es un sistema muy moderno, muy eficiente y que en una cuidad como Madrid solventaría gran parte de los problemas de movilidad, sobre todo en las radiales de la capital. Pero ese no es el objetivo de este post. Más allá del Metropolitano, que solo es util si vas de Sur a Norte o viceversa, el resto es una aventura.

    Se supone que el expresidente Fujimori liberalizó el tema del transporte hace muchos años, por lo que en la ciudad empezaron a aparecer miles de autobusitos pequeños y no tan pequeños. Cualquier hijo de vecino podía comprarse un vehiculo de estos, pintarle cuatro colorines, escribir en el costado el nombre de los distritos que recorre y empezar a cobrar a la gente por subirse ¿Y cómo se supone que funciona esto? Os preguntareis. Pues bien, para empezar no hay paradas. Si tu quieres intentar subirte a uno, primero tienes que irte a una calle concurrida, preferiblemente cerca de un semáforo y una vez allí (mi consejo) observar como se desenvuelven las escenas. Tras diez minutos ya habrán pasado catorce o quince microbuses a toda leche, pero te habrá dado tiempo a leer en el costado de los mismos los barrios en los que hace parada. Una vez se confirma que hay uno que va hacia donde tu quieres, entonces es cuestión de esperar, pronto aparecerá otro. Y si tienes dudas, no te preocupes, hay un señor cuya única labor es la de jugarse la vida informando a la vez que atrayendo viajeros. Se sitúa en el escaloncito de la puerta del bus agarrado con una mano a alguna parte de la puerta abierta y con el bus a toda mecha él (o ella) se dedica a vociferar el nombre del trayecto. Ejemplo: Todo Benavides, todo Benavides!! Que para los de aquí es una avenida sin fin que conecta dos barrios. A algunos si que se les entiende, sin embargo otros vociferan cosas ininteligibles pues generalmente consta de dos palabras: Todo + el nombre del lugar en cuestión.  El problema es que alomejor lo dicen de carrerilla unas cinco veces en una fracción de segundo, y para el que no hable peruano la cosa está chunga. Si estás distraído mirando las musarañas tampoco te preocupes, aunque el bus esté lejos lo reconocerás fácilmente. En lima no hay DGT, y si la hay como si no la hubiera. Los conductores, bien porque les gusta o bien por diferenciarse, se instalan bocinas personalizadas, matriculas de neones, o luces que parpadean en el parachoques. Pues bien, los microbuses se caracterizan por un claxon similar al de un coche de choque, coche de feria, semitono sirena policía o versión abreviada del tema “la cucaracha”. Una vez hayas superado la aprensión y hayas subido presto a uno de estos, te metes hasta donde puedas y al rato viene el cobrador, que a ojo de cubero te calcula la tarifa según donde te bajes, que puede ser en un sitio concreto o incluso te puedes bajar en marcha si no aprecias la vida.


    Para los más cómodos hay otra opción, una opción que nos es familiar: el taxi. De los casi ocho millones de habitantes de Lima siete millones y medio viven de conducir un taxi. Tienes taxis de todos los colores, de todas las formas imaginables. Los tienes negros, blancos, amarillos, rojos y verdes. Los tienes legales, ilegales o a tu elección. Tienen algo en común, y es que ninguno lleva taxímetro. Por tanto tienes que negociar antes de subirte ¿Cómo tomar un taxi? Os preguntareis. Tu no les llamas, te llaman ellos a ti. Esto significa, que aunque tu no quieras subirte a uno, que aunque solo estés cruzando la calle ellos te pitan, te pitan siempre. Te pitan sin cesar. Así trabajan ellos. Si hay no se cuantos millones de taxis y todos pitan al verte, imagina cómo acabas con la cabeza al cabo de un rato. No solo te pitan sino que acercan su coche hacia ti y se paran. En ese momento piensas “qué te crees que me voy a subir solo porque me has pitado tío listo?” Pero alguna vez me he subido a uno justo después de que me pitaran (como en Madrid pitan a una chica guapa) y he pensado que tal vez piensen que les funciona. Como ese que entra a todas las tías de un bar porque piensa que por estadística conseguirá ligar con alguna. Yo procuro no mirar, a veces les suelto un improperio cuando ya me duele la cabeza. He llegado a la conclusión de que lo mejor si no quieres que te piten miles de veces es no ir a pie a ningún sitio.

     Otro medio de transporte recomendado como experiencia y muy útil para distancias cuanto más cortas mejor, todo hay que decirlo, es el moto-taxi. Cuesta veinte centimos de euro pero y ¿cuánto cuesta tu vida? Bueno no es para tanto ¿Qué es un mototaxi? Os preguntais. Pues por lo que he podido comprobar, consta de una moto china de baja cilindrada, que ha sido customizada de tal manera que el conductor va delante sentado como en una moto normal y los pasajeros van detrás sentados en un asiento normal. Al vehiculo le dan forma cubriéndolo con unas lonas de plástico con motivos bizarros, en algunos he visto el símbolo de batman en la parte de atrás. Si, en vez de una luna normal pues el símbolo de batman. De tal manera que parece un triciclo apto para la circulación. La moto apenas tiene potencia, y los frenos apenas hacen su función asique cuando por fin te bajas sano y salvo te ríes y piensas que divertido, tengo que repetirlo.

 Creo que lo último que se me ocurriría sería conducir por Lima. Aparte de que hay doscientos mil millones de coches, no respetan nada. Lo más alucinante que he visto es pitarle a un coche de policía para que se saltara un semáforo en rojo, cosa que acabó haciendo. Los semáforos en rojo de calles aledañas ni se lo plantean, los pasos de cebra deben pensar que son pinturas que decoran la calzada. Lo peor y más estresante para un conductor es sin duda el pitido del claxon. Cuando en Lima comienzas la autoescuela, lo primero que te enseñan antes que los pedales o las marchas o colocar los espejos es a tocar el claxon con soltura. Pitan todo el tiempo, pitan sin sentido, pitan absolutamente por todo. Pitando piensan que el atasco se disuelve, o que un autobús puede volatilizarse y dejarles paso, piensan que pitando van a llegar antes y desde siempre lo piensan asique pitar es una costumbre en Lima. Además del sonido de los claxon hay otro elemento perjudicial para la salud. Se trata del humo de los coches, son todos coches antiguos que van a gasolina con plomo, coches coreanos, chinos y japoneses a los cuales encima les han incorporado tubos de escape que parecen de tractor, hacen que ganen potencia y contaminen más. Al principio cuando los oía rugir me giraba porque pensaba que era algún Ferrari y resultaba ser un coche chino destartalado, pero eso sí con su súper escape y mil lucecitas de colores que deberían ser ilegales.

Y qué decir cuando se trata de salir de Lima. El domingo pasado estuvimos en un pueblecito de la cordillera pre-andina. Se encuentra a unos 70km de Lima, sin embargo el viaje duró cinco horas y media. En Europa por suerte contamos con grandes infraestructuras pero no en todo el mundo tienen esa suerte. Ya lo sufrí en Croacia donde estuvimos más de ocho horas para recorrer 200 kilometros. Pudimos ver de primera mano lo que es la pobreza de las afueras de la ciudad, y lo que es una carretera en mal estado, o mejor dicho un camino de cabras. Pero de esto ya hablaré más adelante según vayamos viajando más.

 Pues nada amigos, con esto ya acabo no sin antes aclarar que mi tono ácido es siempre con nota de humor, estoy disfrutando mucho de Lima, me siento muy a gusto pero siempre es más divertido hacer crítica.

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