domingo, 28 de octubre de 2012

Papá, ya no quiero ser futbolista

          Cuando llegas a Perú y la tez de querubín te delata como foráneo, primero que todo te dan la bienvenida. Esto es algo generalizado ya que presiento que se sienten orgullosos de su país, se sienten complacidos tal vez por haber recorrido un tercio del planeta para aterrizar en un país hermoso, lleno de maravillas. Cuando te han dado la bienvenida te preguntan de dónde eres, no pueden evitarlo es la curiosidad de alguien que probablemente no haya viajado tan lejos. Entonces respondes que vienes de “España”, esa voz que evoca sensaciones y sentimientos en mi cabeza, esa palabra que suena áspera y dura al ser pronunciada tal vez por el costumbrismo cainita del vapuleo patrio y del nacionalismo rancio, tanto periférico como troncal. A veces decirlo puede hacerte sentir que hay que pedir perdón por ser español, consecuencia de lustros de vilipendio público y consentido al país, sumado el ridículo estadístico de nuestra situación actual. Bueno perdón por la digresión pero es que ¡me solivianto! como decía Paco Rabal.

       Me encontraba describiendo los tres pasos de la cordial bienvenida peruana. La primera y la segunda ya están claras, sitúan al peruano en un contexto que es irrelevante para la consecuente tercera parte. Una vez le hayas respondido a la primera cuestión, tanto da que seas español, canadiense o de Nepal. Irremediablemente te preguntarán lo que sigue: ¿Les gusta la comida peruana? Sí, así es, nos gusta. Lógicamente diríamos que sí aunque nos encontrásemos en Filipinas y tuviésemos que probar huevos de pato fecundados o brochetas de saltamontes. Pero no es el caso. El caso es que sí que nos gusta, nos gusta mucho porque es una gastronomía la peruana rica y variada. Una serie de platos típicos y tradicionales con sabor, con historia y sofisticación.

        En Lima, que por lo que he podido comprobar hay unos cuantos "abuelos cebolleta", siempre cuentan orgullosos el origen de su tan rica comida. Y uno de esos puntos que gustan remarcar es el de la fusión. La historia de los platos del Perú es la de su propia gente, la formación milenaria que ha dado una miscelánea no tan perceptible y evidente como pudiéramos imaginar en otros sitios cosmopolitas de Europa. Aquí la mezcla no es tal. No de esa índole. Aquí es fusión, los ingredientes -metafóricamente hablando- no se distinguen aunque sí se saborean. Tal amalgama proviene tanto en el aspecto cultural como gastronómico de pueblos tan diversos como el Inca, el andino, el español, el italiano, el alemán o el “chino”. Y digo chino porque aquí llaman chino a cualquier asiático, aunque en realidad por lo que he podido ver se trata de japonés en el ámbito migratorio y cantonés en el culinario. En definitiva, nos encontramos con un montón de influencias variopintas que le dan a la comida de este país un toque singular, siendo sus principales características tanto la variedad de las materias primas como la variedad de sus prolijas elaboraciones. 

        Decidí escribir sobre la gastronomía peruana después de ver un documental titulado Perú sabe: la cocina como arma social. Sus protagonistas: el mejor embajador de la comida española -Ferrán Adriá- y su homónimo peruano Gastón Acurio. El documental fue rodado en Perú y en él se muestran las iniciativas que han surgido respecto a las escuelas de cocina. Adriá viaja a mata caballo por Lima, selva, Andes, Iquitos etc. En él, el chef español considera a Perú un ejemplo para el resto de Latinoamérica y el mundo, una forma de expresar cultura. Según sus propias palabras el contenido es un canto al optimismo que da esperanzas en un mundo tan difícil como el actual. Y es que el mundo de la restauración es un elemento de cultura popular, una ventana al mundo, bueno para el turismo y a la vez un elemento de identidad y de cohesión, algo que en definitiva hace que los peruanos se sientan muy orgullosos.

       Lo es tanto que según un estudio la profesión de cocinero ha superado a la de futbolista como la más popular entre los jóvenes del Perú. Cuando llegan a la adolescencia los chavales de éste país les dicen a sus padres que su sueño es ser cocinero, ya no aspiran a ser futbolistas famosos y millonarios, tal vez porque la profesión de cocinero ha alcanzado cotas de admiración e importancia social sin precedentes. Papá, mamá, quiero asistir a una escuela de cocina y llegar a ser un gran chef, ese es mi sueño. Esta popularidad tiene visos de ser muy rentable a largo plazo ya que los futbolistas que ganan una gran fortuna se cuentan con los dedos de las manos y sus ingresos millonarios suelen ir directos a un paraíso fiscal, por tanto su impronta en la sociedad es escasa. Por el contrario, un país con una interesante gastronomía de fondo, con un ejército de chefs bien formados es un reclamo a nivel mundial. Es bueno para el turismo, es bueno para la economía e incluso lo es para los estómagos y paladares de los propios nacionales. Y si no, sólo hay que ver la importancia mundial que ha tomado la Feria Gastronómica Internacional de Lima, popularmente conocida como Mistura (del latín mixtura, mezcla o incorporación de varias cosas) y que desde 2008 viene deleitando y asombrando al mundo, invitando países y chefs internacionales, siendo España país invitado en  2012. Un espejo al mundo, identidad de un país.

Yendo a lo concreto, la comida en Perú se basa en su variedad de ingredientes y materias primas, y ésto se traduce en una excelencia y sofisticación en sus elaboraciones. Cada cultura ha aportado a este acervo gastronómico consiguiendo esa citada sofisticación, es su seña de identidad. Son innumerables las frutas que se pueden encontrar en un mercado, colores, texturas, sabores y formas raras, diferentes y exóticas. Las verduras siguen la misma línea, hay de diferentes tamaños, formas, variedades así como clases desconocidas con las que no sabríamos ni por donde empezar. Ayer vi una coliflor naranja (una variedad natural con 25 veces mayor cantidad de beta-carotenos que la coliflor blanca) pero es sólo un ejemplo insignificante.

Respecto a pescados tampoco andan mal, no importa que estés en la montaña o en la selva porque ¿adivináis qué? Tienen cientos de ríos enormes. De hecho en el Amazonas no solo hay peces hay hasta delfines, sí, una especie rosada y ciega que vive en el río Amazonas. Bueno pero pobrecito, no vamos a tomar ceviche de delfín con lo simpáticos que son. Lo que no varía tanto es la carne. A pesar de que comen cerdo y res, lo más común y más abundante es el pollo. Son los reyes del pollo. Cabe mencionar a modo anecdótico la carne de Cuy (conejillo de Indias) la carne de zamaño (roedor muy grande, con una carne y una piel aún más dura, no la recomiendo especialmente) o carne de venado salvaje.

  Otro elemento indisoluble de la dieta en Perú es el arroz. Nosotros comemos pan, ellos arroz. Al arroz podríamos añadir otros asiduos como el camote (batata) la yuca, la papa blanca o amarilla y el plátano frito. Éste último también merece mención aparte, se pueden encontrar plátanos de todas formas, sabores y texturas. Recuerdo en la ciudad de La Merced  -en medio de la selva central- cuando compramos unos plátanos para cenar algo. La  forma era algo distinta pero no le dimos mayor importancia, sin embargo en el hotel cuando los pelamos para comerlos vimos estupefactos que eran más bien anaranjados, de un dulzor desconocido y una textura extraña. Serían quizá una variedad para freír o para alimentar primates, lo desconocemos. También son ingredientes asiduos el ají (un pimiento naranja o amarillo, pequeño y picante) o el choclo (maíz blanco, dulce y grande).
Chicha morada
elaborada a partir de Yerba Luisa
              Beben limonada y gaseosas como la Inka Cola que es un refresco amarillo que tiene la particularidad de ser una de las pocas bebidas en el mundo que superan ampliamente el consumo nacional de Coca-Cola. Beben muchos zumos (jugos lo llaman) de papaya, maracuyá, mango  y otras frutas. Y también beben chicha, una bebida a base de maíz blanco o morado, muy dulce e incluso algo empalagosa aunque en origen era una bebida fermentada que elaboraban masticando el maíz y escupiéndolo para su posterior fermentación. Más que un zumo era una cerveza de maíz, ¡Qué rica cerveza con estreptococos! Lo más de lo más que se puede beber, no obstante y en mi opinión es el Pisco Sour, rico de verdad.

             Sí, reconozco y admiro la variedad, la calidad y la grandeza de muchos de sus platos. Sin embargo llega un punto que me cansa el tema. Son demasiado jactanciosos. Siempre te hablan de su comida como si en nuestro país no supiésemos comer. A veces mientras me hablan de las bondades de su gastronomía pienso para mí mismo “¿qué piensas que somos irlandeses y que nuestro plato nacional es chocolatina frita?” Realmente entiendo que fuera de nuestro país el hecho de encontrar una cocina que se caracterice por el conocimiento de ingredientes y la variedad de su uso es signo de una sabrosa cultura culinaria. Pero no hay que olvidar que como en España, difícilmente se come en ningún sitio. En nuestro país la variedad es un tótem, un credo. Con tiempo y voluntad podemos comer cada día un plato diferente, y cuando digo diferente me refiero no sólo a la elaboración si no a ingredientes (prácticamente, que no  totalmente).



Chifa, un plato totalmente chinorri
Reconozco la grandeza de lo culinario en Perú sí, pero sin ánimo de rebajar lo meritorio de su cocina distingo en muchas de sus preparaciones la clara e innegable semejanza con platos bien conocidos para nosotros. No digo que no sean originales en el estricto sentido de la palabra, pero no son algo tan novedoso para nosotros si prestas atención a los ingredientes y sabores que forman algunos platos. Algunas veces nos ha sucedido pedir un plato con un nombre desconocido, como si fuésemos a descubrir con él algo nuevo, y luego resultar ser el mismo perro con distinto collar. Un concepto muy similar con un nombre muy peruano.  Por ejemplo un plato conocido como “Causa Limeña”. Es un pudding de patata y pollo, lo siento, pero es así. El "lomo saltado" es exactamente lo que en Madrid te servirían en un chino si pides ternera con cebolla y pimientos. “Conchitas a la parmesana”, vieiras gratinadas al horno. No se si es que mi abuela es una cocinera especialmente buena y culinariamente culta, pero el caso es que siempre me acabo acordando de ella cuando ordenamos algún plato en un restaurante. Siempre pienso: “Pero vamos a ver, esto me lo hace mi abuela desde que soy pequeño, lo llamamos H en vez de X, y tiene una forma algo diferente ¡pero es que es lo mismo!”. "Tacu-tacu" moros y cristianos. “Chicharrones” Pues un simple adobo como el famoso cazón en adobo. Y así podría continuar pero insisto mi ánimo no es éste.

Mención aparte merece la curiosa, importante y omnipresente comida de fusión chino-peruana. Se la denomina Chifa, término que viene de la locución cantonesa chi y faan, que significa literalmente “comer arroz”. Es una supuesta mezcla pero yo sólo veo en ella la fusión de lo chino con lo cantonés, sinceramente. Fuimos a un Chifa de éstos, uno recomendado por la guía Lonely Planet. Era un buffet inmenso y las mesas estaban copadas por chinos (en realidad no, eran japoneses peruanizados pero aquí no distinguen) No pude evitar acordarme de mi madre, que tiene verdadero asco por la comida china. Era eso, comida china. No hay fusión que valga. Eso sí, la limonada estaba tremenda. Como pequeño apunte contar que aquí los limones son redondos, verdes, pequeñajos y muy ácidos, pero dan unas limonadas estupendas. Parecen limas pequeñas pero no lo son.

Pachamanca




Otro aspecto que destacaría es algo que llamaría "democratización de la cultura gastronómica". Ésto explica la accesibilidad de determinados platos a públicos de renta media o baja. Es decir, un peruano medio puede ir con su familia a un sitio llamado "Otto Grill" y degustar una pieza de carne de muy buena calidad, cocinada a la brasa en tiempo récord y pagar una tercera o cuarta parte de lo que pagarías en Madrid por una carne de igual calidad. Lo mismo sucede con el resto de opciones culinarias. Este ejemplo es extrapolable al pollo a la leña de "Pardo's Chicken", los sandwiches criollos delicatesen de "La Lucha", o las miles de cevicherias que abundan por doquier. Su característica no es sólo un precio bajo y muy asequible, sino que es una cultura honrada pues no significa que un precio bajo te relegue a una calidad mediocre, en absoluto. Pagas poco pero la calidad es realmente buena, tanto de las materias primas como la cantidad y el proceso de elaboración. Quizá, eso sí, el trato no sea el mejor.

Y qué más decir, todo el que venga tiene que probar las papas a la Huancaína, la Pachamanca (muy rica), el lomo saltado, los chicharrones, los anticuchos y la chifa en general. En mi opinión lo mejor es el pollo a la leña y el lechón, que lo hacen de muerte. Sin olvidar el Ceviche, que es lo más sorprendente, sofisticado y quizá original que haya comido aquí en Perú.

Y de postre no os olvidéis, Suspiro de Limeña, probablemente uno de los mejores postres que haya probado en mi vida.

Si vienes al Perú pruébalo, te cautivará

¡A tu salud Perú!

Nota del autor: en un ensayo de ambiciones enciclopédicas como es la gastronomía de Perú es más que probable que haya dejado en el tintero informaciones relevantes y de interés. De ser así perdón, sobre todo si eres peruano. Me encanta la comida de Perú, realmente

sábado, 20 de octubre de 2012

Curiosidades en un gesto serio


Lima es una ciudad grande, una ciudad extensa, una ciudad poblada y además una ciudad llena de limeños (y ajenos) Los limeños no se parecen a nada que hubiera visto antes ni hubiese imaginado. Pueden ser gente simpática, porque una cosa no quita la otra, pero son gente seria. Se toman la vida muy en serio, quizá porque ésta no es ninguna broma. Quizá tenemos la idea en Europa de que un pueblo sudamericano como es el peruano, con supuesto calorcito y supuestas casas de colores tan alegres la vida es jolgorio, bailes y jugos de papaya. Pero nada más lejos, esto no es costa bamba ni costa bachata. Esto es gris como el traje de un inspector de hacienda, ni bromas, ni colores, ni música. Esto es en cierta medida un gesto serio. Como digo, aquí se toman la vida con solemnidad. Los limeños son gente de serio semblante, responsable,  personas formales que tácitamente han adquirido el compromiso con el progreso.  Están por la  labor, quieren demostrarse a sí mismos y al resto del mundo que son un pueblo dispuesto, un pueblo moderno y sensato, que progresa y que avanza. Es este un objetivo digno de admiración.

Pero para llegar a él, ésta sociedad tiene que dar pasos seguros en un camino donde ellos mismos no se permiten bromas, titubeos o vacilaciones. Aquí no hay guasa, no son bromistas sino prudentes, circunspectos, sobrios y adustos. Es más, ni siquiera fuman. Ni siquiera beben. ¿Cómo es posible que en los bares no haya grifos para dispensar cerveza de barril? Solo con esto ya lo tienen difícil para divertirse y portarse mal. Pero de verdad, aquí apenas se ve gente fumando, y todavía no he visto un sólo borracho. Ni gente ebria, ni borrachos de plaza. Nada, ni rastro. Me parece estupendo por otro lado. Que sanos. Sin embargo yo tengo otra teoría. En uno de los bares más animados de Miraflores conocí detrás  de la  barra a un compatriota  que lleva diez años viviendo en Lima, y charlando sobre el tema me dio su punto de vista. Yo le comenté que aquí eran muy serios y muy educados, a lo que el  me replicó “¡son unos reprimidos!” Quizá lo sean sí, o a lo mejor no se pasan la vida viendo Telecinco. Solo alguna telenovela casposa de vez en cuando. Tal  vez por eso no son zafios, malhablados y maleducados. Cuando hablo con peruanos siento cierta vergüenza cuando todos y cada uno de ellos me repiten eso de  que en España hablamos muy duro, muy directo y que en las películas siempre decimos “¡coño!”, “¡joder!” y “¡la hostia!”. Aparte de que ni siquiera conocen el significado de la primera, nunca usan ese tipo de lenguaje. Que majos, que reprimidos, o que educados.
                      Pero volvamos a lo de la seriedad y su compromiso por ser un pueblo responsable y avanzado. Decía que es un camino que están recorriendo con firmeza, que se sienten comprometidos y seguros de sí mismos.  Pero para alcanzarlo han de lograr armar un marco legal en el que basar toda esa seriedad. Algún día ese marco habrá sido pulido y perfeccionado, pero hasta entonces seguirá generando situaciones que al menos para un español resultan curiosas. Hace muy poco regresaba a casa después de un paseo, pero poco antes de llegar a nuestro portal hubo  algo que me llamó la atención. En toda la calzada y pegados a la acera había coches estacionados o aparcados como decimos en España, sin embargo uno tenía algo por lo que destacaba. Retrocedí sobre mis pasos y me encontré con una escena que nunca antes había visto. En la ventanilla del conductor algún inspector de tránsito había puesto una pegatina haciéndole saber al dueño del vehículo lo mal que aparca. La pegatina bien grande y el problema es que cuando el dueño quiera regresar a por el coche medio barrio se habrá dado cuenta de lo mal que aparca, haciéndole pasar una vergüenza estupenda. Menudo ridículo. Además por si te queda duda de por qué te han marcado como a un paria tienen la delicadeza de indicarte con una cruz cuál ha sido tu infracción. Lo gracioso es que el coche estaba bien aparcado, pero en la foto se aprecia que el motivo es haber aparcado en "zona rígida" ¿Eso que significa? ¿Tenía que haber aparcado en una zona de arenas movedizas o cómo? 

         Imagino al responsable municipal en su despacho redactando la normativa y pensando “el que aparque mal no solo le voy a poner una multa sino que le voy  a dejar en ridículo para que se lo piense dos veces”. El tío debe ser sobrino-nieto de Gila. Me imagino al amonestado llamando por teléfono y diciendo, “oiga, ¿es la municipalidad? Si, que dónde dejo el coche, si, es que yo estaciono pésimo. A ver si pueden mandarme un aparca-coches que la última vez me pusieron un cartel y se rieron de mí todos mis primos”
 
Sorprende que tengan que recordar a los ciudadanos que no se debe utilizar un taladro de madrugada, pero así es, aquí en nuestro civilizado barrio existen unos cartelitos dando gracias por no hacer ruido, ya que aquí es un tema importante pues el ruido de esta ciudad supera con creces lo que la OMS consideraría perjudicial para el correcto funcionamiento de un cerebro pensante. Por supuesto tambien se toman en serio el tema de las bocinas. Evidentemente es un país cada vez más serio pero arrastran desde el pasado una herencia fruto probablemente de una escasa educación, ya que si hablas con ellos y les observas bien, te darás cuenta de que hacer ruido en realidad no es propio de su idiosincrasia.     

         Quizá lo más importante de todo aquello que se han tomado en serio es el tema de la discriminación. Yo no he visto ninguna escena al respecto, lo que si que veo por todos lados son unos carteles que dictan lo siguiente: "En este local y en todo el distrito de Miraflores esta prohibida la discriminación". Despues de leer esto uno se pregunta si habrá algun local en el que sí que esté perimitida la discriminación. Cuando caminas por la ciudad lo cierto es que todos parecen iguales, pero existe una elite no tan pequeña cuyo tren de vida no es muy diferente al de cualquier europeo adinerado, casualmente estas personas son algo más blancas que el resto. Es posible que la discriminación antaño se diera entre estos grupos ya que me resulta dificil creer que uno de Lima discrimine a un andino cuando son practicamente iguales, aunque tambien existen diferencias.

        Pero su seriedad no se queda ahí. Si un local infringe cualquiera de las múltiples restricciones y condiciones legales que han surgido, entonces lo clausuran sin piedad, fulminantemente. Y por descontado se lo hacen saber a todos los que por allí pasen. Pegando varios carteles de gran tamaño indican que ha sido clausurado por infringir las normas. Por ejemplo, aquí al lado en la calle Berlín cerraron un bar porque por lo visto habían entrado menores. Me parece correcto, aunque seguramente algo así en Madrid habría llevado eones. Juicios mediante. Aquí no, te lo cierran y zas! Cartel al canto. Lo que no he averiguado todavía es como consigue uno eximirse.
 
Bar cerrado en la calle Berlín
          También pude presenciar como una inspectora de hacienda imponía la nada desdeñable multa de tres mil soles a la dueña de una agencia de viajes (en la que hemos contratado excursiones) porque había obviado un cambio intrascendente en el sistema de registro del libro de contabilidad, que por otro lado era responsabilidad de su gestor. La pobre mujer me decía después que ni habiéndola servido un café ni nada, que la inspectora había sido inflexible. ¿Soborno? Aquí por lo que he visto esa palabra no existe. Lo último que se me ocurriría sería intentar sobornar a un policía. En provincias no sé, pero me da que tampoco es buena idea.

Caminan, empero la casta política, firmemente hacia una sociedad trabajadora, donde prima el esfuerzo y donde se exige responsabilidad. Quizá se excedan en su empeño y generen situaciones cómicas, pero es muy respetable su deseo y voluntad de progresar y tomarse la vida en serio. Decía Aristóteles que "sólo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es un juego".

viernes, 12 de octubre de 2012

Serenos y fruteros



Después de un emocionante viaje por la selva central de Perú, concretamente por la región de Junín, nos encontramos de nuevo en la fría y plomiza capital donde retomamos nuestros quehaceres. Evidentemente narraría gustoso las aventuras que hemos seguido, trepando cataratas con la ayuda de sogas, caminando entre exuberante vegetación, andando y surcando ríos, conociendo nativos y contemplando los magníficos valles de la selva alta, todo ello con una banda sonora indescriptible que es el rezumar selvático, una suerte de orquesta que se compone por millones de insectos del tamaño de un puño, algunos feos como ellos solos, otros maravillosos y coloridos. Es, por establecer un símil, como si se conectasen todas las alarmas y se encendiesen todos los televisores sin ningún canal sintonizado. Un ruido apabullante. Pero como digo, me gustaría. Sin embargo no lo haré porque difícilmente se puede plasmar algo subjetivo, algo que entra por todos los sentidos y que es difícil plasmar en un escrito. Solo puedo dar pinceladas, expresar notas de aquello que queda ya atrás y que difícilmente olvidaremos.
Sin embargo entre viaje y viaje en aquella furgoneta china en la que sonaba la lambada cuando el chófer metía la marcha atrás, pude reflexionar sobre algunos aspectos de este país en el que nos encontramos, y en el que por un tiempo estamos viviendo. Son impresiones, quizá basadas en la observación si, pero respaldadas por datos ciertamente objetivos. Me explico, es más fácil hablar sobre la economía del Perú que sobre aquello que hemos vivido en nuestro viaje a la selva, lleno de sensaciones y emociones que son propias de aquel que las vive. Y de esto trata este tercer post, de la economía de Perú, de mis impresiones sobre ella. Con éste además conmemoramos un mes completo de estancia en el país de los Incas.
Actualmente Perú tiene una economía boyante, y no es de extrañar ya que es un país grande y rico. Alentado por Cortés, Pizarro se aventuró hacia el Sur desde zonas dominadas para buscar ese país donde los indios decían podían encontrar  mucho oro, más del que Cortés acaudaló en México. Pero no sólo oro, mucho más. Cobre, plata, zinc, plomo, estaño y mineral de hierro. Supongo que tener una cordillera descomunal como Los Andes ayuda.
Pero es que además tienen unos caladeros magníficos que en gran parte se deben a las aguas ricas en nutrientes que suben con la corriente fría del Perú, también llamada de Humboldt. Por si fuera poco tienen industria extractora de petróleo, gas natural y refinerías. También una importante industria textil gracias a las alpacas y las llamas. Otra importante industria, la agrícola, teniendo en cuenta los cinco mil tipos de patata diferente que crecen por estas tierras, y que muchos pimientos y espárragos -entre otros- que nos comemos en España proceden del Perú. A todo esto añadámosle que casi el 70% del país es extensión selvática, donde no hay que olvidar que nace el río Amazonas, por lo que además el potencial turístico es tremendo, la fauna y la flora ilimitada, la madera, el agua… En fin, que si me pongo no termino. Perú es un país tremendamente rico, y aunque hace relativamente poco era un país empobrecido y azotado por el terrorismo todo esto ha cambiado.
En 2010 Perú estaba creciendo casi al 10%, y según el informe de perspectiva económica del Fondo Monetario Internacional de Octubre de 2012 Perú creció un 6,9% en 2011, algo impensable en Europa. Solo Ecuador y Argentina superan este dato pero ni siquiera de lejos mantienen una perspectiva tan buena para 2012 y 2013 como tiene Perú. Por tanto tenemos en la coctelera los ingredientes de un país con riquezas, de tamaño medio grande, con una población de tamaño medio, y con una serie de políticas que para el vecindario en que se toman no se pueden considerar malas. De hecho es que hasta en Perú es más fácil abrir un negocio que en España. Según el informe de competitividad mundial del World Economic Forum en nuestro país abrir un negocio supone una odisea tal que ocupamos el puesto 110 contra el 29 de Perú, lo que se traduce en que también el tiempo del mismo es menor en Perú. Resultado: un Pisco Sour que promete. Ahora bien, tras todos estos datos se esconden o se apoyan mis reflexiones.
Cómo es que he llegado a ponerme tan académico, por qué aburro con tantos datos. Pues bien, todo esto viene de la observación. Cuando paseo por Lima siempre observo, y cuando lo hago veo cosas que se me antojan curiosas y a veces raras. Además, todo el mundo me pregunta sobre la facilidad de encontrar trabajo o hacer negocios. Vaya, yo he encontrado trabajo, o más bien el a mí pero ese es otro tema. Lógicamente la observación y lo demás me llevan a pensar, y esto trae conclusiones. Mi conclusión es que sí, que aquí es fácil encontrar trabajo y que además aquí hay muy poco desempleo (7,7% contra un 25% de España, qué os parece, pero claro es comparar un burro con un cohete)La clave nos llegó un día en la selva compartiendo mesa con un grupo de ocho peruanos recién licenciados en económicas. Surgió la conversación por la que acabamos sabiendo que todos ellos habían encontrado trabajo nada más terminar la carrera. En España habría sido todo lo contrario, los ocho licenciados estarían reunidos hablando sobre sus problemas para encontrar empleo, igualito.
En ese espacio caben diez más
¿Pero por qué saqué, primero que todo, la conclusión de que aquí había poco desempleo? Uno de los primeros sitios donde disfrutamos la buena gastronomía peruana fue un sitio llamado “La lucha”, una cadena donde preparan unos sándwiches criollos sin parangón. Lo que me llamó la atención fue que detrás de la barra donde se hacen los pedidos había ni más ni menos que dieciséis personas contadas, en un espacio quizá de unos 25 metros cuadrados. Luego conté nueve camareros sirviendo los pedidos a las mesas. El total hace veinticinco personas, más los que estarían fuera del alcance de la vista. Por momentos, hay más empleados que clientes. Hasta ahí bien.
Días después paseando por la plaza de Armas de Lima, lugar donde se encuentran la catedral y el palacio presidencial, presencié una curiosa escena. Un monumento en medio de la plaza como en cualquier plaza del mundo, la diferencia era que detrás de las cadenas de protección había una mujer policía, dentro del propio monumento, girando alrededor del mismo para comprobar que nadie pisaba ni medio milímetro. Tal es así que pudimos ver como reprendía con tono muy serio a un niño de dos años que se había metido medio metro tras el cordón. Los padres del niño no sabían qué pasaba, pero yo confirmé lo que me temía. Más adelante vi de nuevo la misma escena, un policía (deberíamos llamarlos quizá policías monumentales) dentro de otra fuente asegurándose que nadie corrompiera el monumento ¿Qué país se puede permitir tener un agente en cada monumento? (China o Corea del Norte supongo)
típicos serenos de Miraflores, también van a pie, moto, coche y Segway
Con el tiempo, haciendo vida limeña empecé a ver más escenas de la vida cotidiana. Un día en un centro comercial observé como nueve empleados se reunían detrás de un mostrador de atención al cliente, siendo ellos mismos a los únicos que atendían. En la caja del supermercado he llegado a contar tres empleados, una que cobra, otra que mira al infinito y otra que mete la compra en la bolsa. En Miraflores hay un puesto de fruta -homologada por la municipalidad y portando el uniforme correspondiente- prácticamente en cada esquina ¿Tanta fruta comen? Hasta la fecha he podido contar seis tipos de policía diferente: Policía nacional, policía de fiscalidad, policía de municipalidad, policía de turismo, policía de tránsito y policía de serenazgo. Éstos últimos son los mejores. No pasan dos minutos andando sin que veas alguno, y si desembocas en un parque o en una plaza entonces sucede como con las palomas, que se amontonan ¿Y que hacen? Pues nada, dar vueltas, aparentar por si viene un caco. No llevan ni porra ni esposas. Es más, he llegado a ver alguno en silla de ruedas, no se si es la profesión más adecuada para un minusválido desde luego. Pero es que los serenos no solo van a pie, muchos llevan coches grandes, todo-terrenos y motos de trial con las luces azules todo el día encendidas, es una verdadera plaga de serenos. Si tiras una lata de coca-cola antes de que llegue al suelo ya ha aparecido uno. También hay un verdadero ejército de jardineros, porteros de finca y otro de cambiadores de divisa. Sin ir más lejos en nuestro edificio hay tres turnos de ocho horas que son cubiertos por tres personas diferentes, con sus sueldos y todo imagino porque no creo que sean esclavos.
Hay cientos de puestos de comida y de frutos secos. Y así sucede con todo, pero no se reduce a la cantidad de personal también afecta a la disponibilidad horaria. Aquí los bancos abren por la tarde, los supermercados abren todo el día domingos incluidos, un sábado o un domingo aquí es lo mismo que un lunes.
La verdad, no me extraña encontrarme gente dormida por todas partes. Los de los puestitos de fruta están la mitad del tiempo con el cuello tronchado roncando sobre su propia papada, los taxistas están con el coche parado durmiendo con el periódico en las manos. En Lima no se puede ir por la calle hablando solo porque cada tres coches hay alguien descansando o pasando el rato. Los encargados de las tiendas de barrio así como los dueños de los puestos también están la mitad del tiempo dormidos. Y no les culpo, es que se pasan el día entero trabajando, todos los días de la semana. Quizá por esto los limeños tienen este semblante tan serio, son tan poco habladores y muchas veces te atienden como autómatas, porque están muy cansados. Recuerdo hace un par de semanas en un mercado de los de toda la vida, fui a preguntar a una señora con un puesto de fruta, la señora estaba sentada y dormida como si fuera del museo de cera. Cuando me quise dar cuenta vino su hija y me atendió, después la mujer me dio las vueltas y a los tres segundos estaba dormida otra vez. ¿Quizá sea esta filosofía confuciana del trabajo la que necesitemos en España? Espero no estar allí entonces.
Salvando las distancias Perú está hoy como lo estaba España hace años, de vacas gordas. Por eso quizá se pueden permitir tener puestos redundantes, personas que hacen la misma tarea, empleados públicos cuya función es de dudosa utilidad, empleos sufragados o negocios con más personal que clientes, por eso quizá en Perú haya trabajo, pero esto es insostenible. Para que no suceda como en nuestro país con el tiempo tendrán que diversificar la economía y alcanzar una alta cuota en la capacitación y educación de la población.
Hasta entonces serenos y fruteros.